Cuando un año se termina, es inevitable mirar atrás y preguntarnos qué nos ha dado el tenis, más allá de los resultados y las estadísticas.
En el mundo juegan al tenis —al menos de forma registrada— 110 millones de personas.
De todas ellas, apenas unas 500 pueden decir que viven del tenis profesional; es decir, que ganan dinero con su tenis, viven bien y pueden acumular riqueza, siempre en mayor o menor medida según su ranking.
Luego hay varios miles más que, en circuitos PRO nacionales, se buscan la vida con esfuerzo, viajes y mucha resiliencia.
Pero la realidad es clara: el 99 % juega por el placer de jugar.
Y ahí está la verdadera grandeza del tenis.
Porque el tenis no es solo competición: es un vehículo de desarrollo personal dentro de una comunidad. A través del juego mejoramos nuestras capacidades, desarrollamos nuevas habilidades y aprendemos a respetar normas, códigos y reglas. Y, casi sin darnos cuenta, en ese camino vamos construyendo autoconfianza, autoestima y disciplina de trabajo.
Creo firmemente que el principal cometido del tenis no es fabricar campeones, sino formar seres humanos de bien, independientemente de los resultados.
Las estadísticas sirven para mostrar tendencias, no para definir personas.
Y la tendencia es clara: la inmensa mayoría juega al tenis por placer.
No para jugar como un profesional, sino para jugar como uno mismo.
Por eso, al cerrar este 2025, lo tengo más claro que nunca:
El Tenis Mejora Tu Vida.
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